dónde guardé
el último beso
que
me diste.
Fue un beso
sin ganas,
como hacía ya
demasiados besos.
Pero,
hoy me acordé de ti.
De nuestros inicios,
rodeados
de sonrisas.
de miradas,
de aventuras.
Si cierro los ojos,
nos veo desnudos,
en aquella habitación destartalada
que, para mí,
era el mejor de los mundos.
Nuestros cuerpos
se acoplaban
como si alguien
nos hubiese dibujado
para tal fin.
Ambos cóncavos,
ambos convexos,
encajabamos a la perfección,
ambos convexos,
encajabamos a la perfección,
aunque eramos libres
Nada nos limitaba.
Solo vivíamos para amarnos
y
para escribir.
Éramos mutua inspiración.
Nuestros versos
a veces
se hacían un lío
con los besos.
Tus adjetivos discutían
con mis adverbios,
mis sustantivos
con tus verbos.
Fue la enajenación
de nuestras palabras
la que nos llevó
a la locura de nuestros cuerpos.
Y llegó la desilusión.
Nos dimos a elegir
entre el amor y la poesía.
Ambos elegimos
las palabras.
Yo ahora me arrepiento.
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