no estoy
acostumbrada.
Perdona
mi torpeza,
mis palabras
inconexas,
mis recuerdos
que,
aún pasados,
son presente
en ésta,
mi cabeza,
que,
a veces,
desearía poder
cortar
para que deje de pensar
en fantasmas
que
me hirieron,
que
no quisiera recordar.
Tú
no lo mereces.
Has aparecido
sin lanza
y
sin escudo,
desnudo
de protecciones,
pleno,
lleno,
rebosante
de
emociones
y,
con las manos abiertas,
me has invitado
a entrar
en un mundo,
donde,
por primera vez,
no soy ningún secreto.
Me has aceptado
como soy,
con mis locuras,
mis oscuridades
y
mis rarezas.
No has pedido
que
aligere
y, menos aún,
que
abandone
mi maleta.
Simplemente
me has preguntado
si es posible
que
te quiera.
Podría jurarte,
en este instante,
que
a alguien
que
me ha entregado
sus lágrimas
podré amarle
el resto de mi vida
porque,
estoy convencida
de una cosa,
tú no huirás
el día
que
que me toque a mí
llorar.
Photo by Sarah Ockler
No hay comentarios:
Publicar un comentario