Nuevamente, ante mí.
Ella,
la escalera
que
no sé cómo,
cada cierto tiempo,
aparece
cortándo el camino
por el que avanzo.
Estoy obligada a subir,
peldaño a peldaño,
pisando
mi dignidad y mi orgullo,
mi escasa seguridad
y
mi debilitada autoestima.
Debo hacerlo,
si quiero seguir adelante.
El último peldaño
está ocupado por mi conciencia,
esa
que me ata de pies y manos,
que me impide seguir mis deseos,
que me aplasta con su fácil verborrea.
Cuando comienzo
el descenso
ya soy una sombra
de mí misma,
vulnerable,
débil,
frágil
dispuesta a que cualquier
depredador
me devore.
El camino,
flanqueado por dos abismos,
ha menguado en anchura
e
incrementado su altura.
Pero,
ya voy ganando en experiencia.
Por muy difícil
que sea avanzar
debo hacerlo.
No quiero volver a ser presa
de
otro que me engañe,
maneje mis hilos sin permiso
o
pretenda hacerme
a su imágen y semejanza.
Con cada paso,
se incrementan mis fuerzas.
Así,
hasta la próxima escalera.
Pero,
llegará un día en el que
aprenderé a volar
y
ya no habrá
peldaños,
escalones,
obstáculos
que corten mi camino
con el único fin de devorarme.
Ese día,
seré más fuerte que ellos.
Ese día,
estaré muerta
y
con los muertos
no se juega.
Photo by Laura Melis
No hay comentarios:
Publicar un comentario