La ropa me molesta.
Noto su peso sobre mi piel.
Frente a un espejo, me desnudo
mientras miro asombrada mi cuerpo
que sonríe.
Mi cuello juguetea con el pelo y
mis pechos, pequeños,
retozan en un rincón de la sala
en la que reside mi corazón.
Mis manos, ingrávidas,
sobrevuelan mi cabeza y
mis piernas saltan, sin miedo,
la frontera que separa
mi mente de la locura.
Mi boca corre tras los besos y
mis ojos parpadean
al ritmo que marcan mis sueños.
Cuando quiero darme cuenta,
mi cuerpo, etéreo,
sobrevuela la habitación y yo,
convertida en aire,