Ayer,
nuestros ojos
se descubrieron
y,
desde el primer instante,
supieron
que ya no desearían
mirar
en direcciones opuestas.
Nuestras manos
hablaron
como si fuesen amigas
desde siempre
y sus dedos,
nuestros dedos,
bailaron
coreografías improvisadas
sobre la mesa
ante la que estábamos sentados.
Nuestras piernas
como si fuesen amigas
desde siempre
y sus dedos,
nuestros dedos,
bailaron
coreografías improvisadas
sobre la mesa
ante la que estábamos sentados.
Nuestras piernas
se miraron
y
tras mirarse
supieron
que
hacía tiempo,
mucho tiempo,
que
caminaban
sin saber que lo hacían
únicamente
para encontrarse.
Nuestras bocas,
únicamente
para encontrarse.
Nuestras bocas,
la tuya
y
la mía,
conocían,
sin saber por qué
el trayecto indicado
la inclinación perfecta,
la rapidez adecuada
para encontrarse
en un beso,
preámbulo de otros muchos
que siguieron al primero.
Y nuestros cuerpos,
ambos cóncavos y convexos,
con aristas
y
con esquinas
con curvas
y
circunferencias,
con entrantes
y
salientes
con aristas
y
con esquinas
con curvas
y
circunferencias,
con entrantes
y
salientes
supieron acoplarse,
sin necesidad de seguir
ninguna instrucción previa,
sin necesidad de seguir
ninguna instrucción previa,
comos si fueran
las dos únicas piezas
de un sencillo
puzzle.
Fuera llovía,
dentro no.
En nosotros
se quedó para siempre
a vivir
el sol.
las dos únicas piezas
de un sencillo
puzzle.
Fuera llovía,
dentro no.
se quedó para siempre
a vivir
el sol.
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