te han herido,
cuando
te das cuenta de
que aquel que te daña
es ese a aquien amas
y
te duele el alma
y
no entiendes nada,
debes tomar las riendas,
aunque no tengas fuerzas,
aunque tus ojos lluevan,
aunque te explote el alma.
Debes plantarle cara
a ese
al que tú amas
y que,
a pesar de eso,
goza
golpeando donde más duele,
nunca con los puños,
siempre con insultos
y
silencios que cortan
como una navaja
cuando te miraba
y
te hacía sentir
que
eras menos que nada.
Pero,
una vez tomado impulso
no retrocedas,
avanza con paso firme.
Él deseará
que gires sobre tus pies,
que le mires nuevamente
y
te vuelvas a convertir
en su particular
estatua de sal,
para disolverte
y
solidificarte
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