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"Me doy a mi misma buenos consejos pero rara vez los sigo"...
Lewis Carrol "Alice in Wonderland"

miércoles, 30 de noviembre de 2016

"CUARENTA DÍAS" (M.A.M.)

Solo llevaba
un año y medio
pre jubilado.
Jamás olvidó los ejercicios
diarios con su violín.
Le recuerdo con el periódico
en su atril,
al lado de las partituras.
Yo le veía triste.
Siempre pensé que añoraba
los ensayos, los conciertos,
los aplausos del público
y, sobre todo,
echaba de menos
a sus compañeros.
Aquel cuatro de enero
hacía un calor extraño,
supongo que producido
por
los vientos del sur
a los que aún no me he acostumbrado.
Llegó a casa, a la hora de comer,
con la chaqueta en un brazo
y
las mangas de la camisa remangadas.
Era de pana muy fina, 
color azul.
Se la había regalado yo en Navidad.
Como siempre, 
se tumbó en la butaca
para echar una cabezada.
Una hora después se despertó.
Estaba mareado.
Luego, un golpe seco
y
estruendoso
llegó desde el salón.
Allí estaba, en el suelo,
boca arriba.
Sus ojos cerrados.
Llamada al 112.
Mi madre, 
por primera vez en su vida,
intentando rehabilitar un corazón.
Yo, haciendo un boca a boca.
"Mamá, está ya muerto".
Pero llegan las batas blancas
y
el maldito protocolo de los
cuarenta y cinco minutos.
Cuarenta y cinco minutos
de inyecciones de aún no sé qué,
de descargas eléctricas,
de gritos,
de "fuera, aquí no hacen nada".
Y,
tras cuarenta y cinco minutos
escucho
"le hemos recuperado pero,
no sé para qué".
No entendía nada.
Al día siguiente le vi.
Mi padre ya no era mi padre.
Su cara había perdido la expresión.
Tenía los ojos abiertos
pero no miraba.
Nunca supe si escuchaba.
Le ingresaron en la Unidad de Cuidados Intensivos.
No quedaba superficie en su cuerpo
por perforar.
Y otra vez
el maldito protocolo de las batas blancas.
Transcurridos veinte días
hay que trasladarlo a planta,
aunque está igual,
continúa en coma.
Nos dicen que no siente nada.
El quince de febrero me comunican
que
han recibido los últimos análisis.
Que, para que yo lo entienda,
está roto por dentro.
A las diez menos veinte de la noche
mi padre se despide para siempre de nosotras,
mi madre,
mi hermana
y
yo.
Nunca supimos qué ocurrió.
Las batas blancas perdieron el informe de urgencias.
Había que hacerle una autopsia para averiguarlo.
Las tres
nos negamos.
Ya le habían torturado
durante
cuarenta días,
el tiempo que duró su agonía.
Al fin había recuperado
su libertad,
esa en la que había vivido
cincuenta y siete años.


Photo by Chema Madoz.



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