con mi cuerpo.
Me pesan
los brazos,
las manos,
los dedos.
Arrastro
mis piernas
y
mis pies
parecen pegados
a la tierra.
Cada paso
es
un esfuerzo
que
duele,
lastima,
hiere.
Mi espalda,
curvada,
desplazada
hacia el suelo.
Mis párpados
se cierran,
mi boca
no puede
abrirse.
El palpitar de mi corazón
es
cada vez
más débil.
La gravedad
me atrae
con una fuerza inusitada.
Y
no tengo ganas de luchar.
He batallado
contra mí,
demasiado.
He anulado
la inercia
que
arrastraba mi cuerpo
hacia ti.
He borrado,
con la ayuda de un cincel,
tus recuerdos,
tus caricias,
tus promesas
y
tus besos.
Pero
no puedo evitar odiarte.
Te odio
con tanta intensidad
que
creo
que
todo el mal que te deseo
regresa a mí,
incrementado.
Hasta en el desprecio,
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