Cuatro paredes,
una puerta
y
una ventana,
cuyos únicos ornamentos
son
un desvencijado tendal
y
el mar.
Cuatro manos
muy
juntas.
Son antiguas
amigas,
como lo son
sus dedos
acostumbrados
a escribir
y
a acariciar
los cuellos
de sus respectivos dueños,
cuyas bocas
conocen
recodos
por nadie descubiertos.
Estoy bien.
Nunca había compartido
algo tan
íntimo
como la escritura
y
es un placer
que,
tal vez por invadir
partes de mí
que
jamás
había entregado a nadie,
me esté llenando
como,
nada
ni nadie,
había tenido
la valentía
de asumir.
Photo by Philomena Famuloc
No hay comentarios:
Publicar un comentario