pero
nos sabemos.
Has leído
mis poemas.
Me dices
que
a través de mis versos
vislumbras
una mujer
que,
cuando la describes
no reconozco.
Pero,
tú insistes
en tu verdad.
Y me gustaría
creerte.
Pero no puedo.
Hay alguien
que
habita
en mi interior
que
me dice que no es cierto.
Que sigo siendo
la de siempre,
la que tiembla,
la que teme,
la que siente frío
y
siente angustia
por ese vacío
que
la socava por dentro,
desde el estómago
a
la garganta.
Hemos hablado.
Y sé
que no eres feliz,
que hace tiempo
que no ríes.
Sé
que te sientes
desamparado,
desprotegido,
desnudo de amor,
carente de caricias.
Pero tu voz
es cálida,
profunda,
tranquila.
Cuando hablas
siento
como si me envolvieses
en una manta
y
eso me gusta.
Cuando escuchas,
aprecio en tus silencios,
interés por mis palabras
y
eso me gusta.
Cuando narras
algunos de tus recuerdos,
con esa calma,
esa entonación grave,
consigues que los viva
y
eso me gusta.
Solo conozco tu voz
y
muchos mensajes escritos.
Pero hay algo en ti
que me dice
que, contigo,
podría ser distinto.
Porque no has hablado
de mi físico
que sabes menudo,
pequeño,
porque yo te lo he dicho.
Porque no has tocado
las teclas
del piano que habitualmente
otros se apresuran a probar.
Por eso me apetece
tener una conversación
piel con piel,
mirándonos a los ojos,
sin más separación
que
los centímetros
que separen
tu silla
de
Bienaventurados los cercanos, porque ellos pueden extender la mano.
ResponderEliminarHermoso poema, con las características narrativas que te pertenenecen. Felicitaciones.
Cordialmente
manuc