no confío,
ni sigo
a ciegas,
a
ese
que me ofrece
su mano
pero
que
no quiere
ser
mi compañero
de camino,
mi vaso
si tengo sed,
mi libro
si me desvelo,
mi guía
si me extravío,
mi manta
si tengo frío.
Ahora
ya sé por qué
me da su mano.
Para acercarme
a
su lecho,
para acoplarnos
cuerpo a cuerpo,
en un juego
que,
si bien es conjunto
y,
por supuesto,
placentero
para él es prioritario
y
para mí,
no es más
que
un escalón
de una escalera,
larga, muy larga
que,
si él hubiera querido,
nos hubiese llevado
al mismo cielo.
Photo by Lisa Adams
No hay comentarios:
Publicar un comentario