Desprecio
mis manos,
las mismas
que
un día
quisieron
entrelazarse con las tuyas
y
aún rechazadas,
aún escondidas
en el bolso de un abrigo,
seguían rogando
su compañía.
Aborrezco
mis labios,
los mismos
que
durante años
te buscaron,
solo querían besarte
y tú clausuraste
tu boca
levantando fronteras
espinadas.
Detesto
mi sexo,
el mismo
que
durante un tiempo infinito
abría sus puertas,
de par en par,
para que tú entrases
y
entrabas
sin valorar el dulce
que te ofrecía.
Y
deploro
mi mente
la misma
que
constantemente
te pensó,
te idealizó,
te imaginó,
y tú
me llamaste loca
porque
los cuerdos
no aman como amo yo,
de una forma
excesiva,
intensa,
desenfrenada.
Pero yo
no sé querer
a medida,
a porciones
por mitades,
con un tiempo
moderado
tan solo por ti.
Por todo ello
me odio.
¡Qué fácil sería
querer a medida!.
Photo by Gabriel Isak
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