Photo "Tulip". 1984, by Robert Mapplethope

Photo by Lissy Larichcia
"Me doy a mi misma buenos consejos pero rara vez los sigo"...
Lewis Carrol "Alice in Wonderland"

jueves, 30 de junio de 2016

"HERIDA" (M.A.M.)


Una herida limpia
abre
mi vientre
de lado a lado.
Lentamente,
la sangre
cálida
dibuja ríos
con recodos 
meandros
a lo largo
de mis piernas.
Otra,
surca mis muñecas
tranversalmente.
La última,
surca mi pecho
en busca de la puerta
tras la que se esconde
mi corazón
que apenas
palpita
embargado de tristeza.
Las tres son hermosas,
mis heridas,
esas que yo
me infligí
libremente
para no dejarte a ti
el honor
de ser el guardián
de mi dolor,
el poseedor
de mi fruto ya marchito,
el ladrón
de mi tristeza.
Esos honores
me pertenecen
tan solo a mí.

Stitched to my heart by AnnaO- Phophography on DevianArt

"AIRE" (M.A.M.)


Me arrodillo
ante ti
me arrodillo
porque no soy nada, 
porque no soy nadie
para implorar
una mirada, 
una palabra,
una caricia.
¿Cómo voy a
a
atreverme
solicitar tu amor
si para ti
no existo?.
Desconoces
mi nombre,
mi rostro,
mi cuerpo,
mi todo.
Yo,
en cambio,
te miro
te sueño
y en sueños
eres mío
y
nos besamos
y habitamos.
Pero despierto
y
vuelvo a ser nada,
vuelvo a ser nadie
y es entonces
cuando ansío
convertirme
en aire.

Fotografía Mehmet Oznur



"HUYO" ( M.A.M.)



Me daña
con saña
sabiendo
el dolor 
que 
me causa.
Intento,
juro que intento
comprender
pero
no entiendo
el placer
que
puede hallar
provocando
mis lágrimas.
Me dice
"no llores",
me pide
silencio,
me impone
distancia.
No quiero,
juro que no quiero
sufrir.
Entonces,
me pregunto,
¿qué hago aquí?.
Y,
por primera vez,
huyo
sin mirar,
ni una sola vez,
hacia atrás.

Fotografía Mary Robinson

martes, 28 de junio de 2016

"ESENCIA" (M.A.M.)

Tengo guardada,
en un pequeño frasco
de cristal,
la esencia
de aquel
al que una vez
amé.
Sin que él se percatase,
a veces,
le robaba un poco
del olor
de su cuerpo,
olor a limpio,
a fresco,
olor a miel.
Otras,
conseguía apoderarme
de 
unos grados 
del calor de su piel,
justo el que más me gustaba,
el que se escondía
en el rincón
que formaba
su cuello
y
su clavícula izquierda,
el lugar que,
además,
más besaba.
Conseguí extraer
el tacto suave
de su piel,
el grave tono
de su voz,
el acompasado ritmo
de sus gemidos.
Logré incluso hacerme
con
el lento palpitar
de su corazón.
Lástima que eso
no le permitiese
vivir.
Lo supe después,
cuando
ya se había ido.
Ahora,
todas las noches,
destapo el frasco 
en el que consevo
su esencia
y
por unos segundos,
regreso junto a él.

Fotografía de Abduzeedo Design Inspiration

Nota; Este poema está dedicado a todos aquellos que me han roto el corazón. Nunca preveo sobre qué voy a escribir, simplemente siento la necesidad de hacerlo y creo que es mi subconsciente el que se ocupa, la mayoría de las veces, de la temática de mis poemas...me doy cuenta cuando los leo, una vez escritos.



lunes, 27 de junio de 2016

"OLAS" (M.A.M.)

Como olas.
La sangre recorre
mi cuerpo
como olas.
Si mi mar
está en calma
porque
él está aquí
abrazándome,
por detrás,
desnudos,
mi piel se torna
cálida,
acogedora,
brilla mi mirada
y
se humedece
mi voz.
Pero,
si hay tempestad
en mi cuerpo
porque él ya no es él,
porque la borrasca
le ha arrastrado mar adentro
y
me quedo vacía,
acurrucada,
recogiendo con cuidado mis piernas
entonces,
llora mi sexo su desnudez,
gritan mis ojos su soledad,
imploran mis manos,
desesperadas
la llegada de la luna llena
y, con ella,
una elevada marea
que me devuelva en una ola
al que se llevó una vez.

Fotografía Antonio Mora



sábado, 25 de junio de 2016

"PEDAZOS DE TI" (M.A.M.)

Esta mañana
me he desnudado
de ti.
Así, sin esfuerzo.
Lentamente fui
despojándome
de tu voz,
deshaciéndome
de tu olor,
desprendiéndome
de tu piel.
En un cajón del armario
he doblado, con cuidado,
tres besos del principio,
cuando apenas nos conocíamos.
Junto a ellos,
las últimas caricias ofrecidas,
esas que rechazaste
porque 
ya no me soñabas.
Aún estoy limpiando
las esquinas
de recuerdos,
de promesas incumplidas,
de incontables mentiras.
Debajo de la cama
he hallado
dos pedazos de ti,
esos que nunca encontraba:
el suave latir
de tu corazón junto
a un rincón
de tu sonrisa

Fotografía Brett Lloyd



"AUSENCIA" (M.A.M.)

Todo mi espacio
está lleno
de su ausencia
y
no sé
si quiero continuar viviendo
en un mundo vacío
de presencias,
desnudo
de caricias,
carente
de palabras.
Anhelo rincones
libres
de recuerdos,
limpios
de besos,
desocupados, para siempre
de él.
Deseo
ser yo la deseada,
aquella a quién se busca
y
sino se encuentra
hay alguien que,
por una vez,
desespera.

Fotografía Sally Mann

viernes, 24 de junio de 2016

"SOY LLUVIA" (M.A.M.)

Estoy lloviendo.
Ayer,
al cerrar los ojos,
comencé a llover
tanto
que pronto mi cuerpo
quedó sumergido
bajo un agua
cálida,
transparente
y
triste, muy triste.
Conseguí
elevar la cabeza
entre las lágrimas
porque,
lo que mis ojos llovían eran eso,
lágrimas no lloradas por miedo.
Miedo de mí.
Sí, siento miedo
porque sigo caminando descalza
por el mismo camino de siempre,
hiriendo mis pies con idénticos
guijarros.
Sí, siento miedo
porque continúo dando demasiado
por el mismo motivo de siempre
rompiendo mi coraza con iguales
puñales.
Sí, siento miedo
porque vuelvo a mentirme una y otra vez
por el mismo corazón de siempre, el mío
despedazándole en mil añicos con exactas
verdades.
Hoy,
tan solo soy lluvia,
lluvia sola
y
desolada.

Fotografía Andreea Chiru


jueves, 23 de junio de 2016

"ANDÁBAMOS PERDIDOS" (M.A.M.)

Andábamos perdidos
y
nos encontramos.
Ninguno de los dos
conocía su estado
de total
desorientación
y
ninguno tampoco
buscaba a alguien
pues suponía
que
a nadie necesitaba.
Pero sí,
nos encontramos,
nos miramos
y
fue en ese preciso instante
cuando supimos
que
andábamos perdidos.
Nos acercamos
con confianza
y,
sin pronunciar palabra,
acercamos nuestras bocas,
nuestros cuerpos ya desnudos,
entrelazamos los brazos
para pasar a ser uno.
Solo tras ser habitada,
supe que era a ti a quién buscaba.

Photography "Couple in the window" by Quint Buchholz






" IGNACIO Y ANDREA. AMOR EN LA RED". RELATO BREVE (M.A.M.)



                                                       Madrid, 2012

    Ignacio es un hombre solitario, culto, inteligente pero escasamente atractivo. Podría decirse que físicamente resultaba francamente desagradable.

Además del exceso de peso, que le había otorgado una prominente barriga y unas gruesas extremidades, la sudoración era constante. Era obeso y húmedo, flácido y lánguido. A pesar de no ser mayor, pues acababa de cumplir treinta años, su galopante alopecia había provocado una desagradable calvicie que si unimos a una atiplado timbre de voz y a un rostro barbilampiño, cuajado de grasientos granos que se extendían también a lo largo y ancho de su gruesa espalda, configuraba un conjunto en absoluto deseable para cualquier persona ya fuese hombre o mujer.

Ignacio sufre “agorafobia”, es decir, miedo a las multitudes y a lugares abiertos, razón por la que lleva diez años sin salir a la calle ya que le aterra perder el control de sus actos y ser invadido por el pánico.
Gracias a sus conocimientos informáticos, pronto encontró trabajo a través de internet convirtiéndose en el “negro” de un afamado escritor que le pagaba muy bien porque, si algo era innegable era la gran capacidad que tenía Ignacio para la escritura, poseía ese don y aprendió a vivir de él ya que su miedo al fracaso, el pánico a enfrentarse a un editor, su baja autoestima le convertía en la persona idónea para este tipo de trabajo. Hacía ya siete años que había firmado un contrato blindado con el famoso escritor para el que escribía todo lo que aquel le pedía, desde novelas a guiones de cine, desde artículos de prensa o criticas de teatro; incluso creó un falso blog que pronto obtuvo un elevadísimo número de seguidores. A cambio recibía elevadas cantidades de dinero a cambio de su trabajo y su silencio.

Pero en internet también descubrió algo que le abrió las puertas a lo que sería su vida paralela a la dura realidad. En la red podía ser quién él quisiera. Creaba una personalidad según el foro o chat en el que participaba; pasaba de ser un afamado amante de las plantas, en un foro de jardineros, a un eminente pediatra en el lugar de encuentro de padres primerizos. Cuando chateaba incluso jugaba a cambiar de sexo, haciéndose pasar por una mujer desesperada en busca de un viudo con el que pasar el resto de su vida o convirtiéndose en una dulce jovencita, tímida y vergonzosa..

A Ignacio, internet le solucionaba todos los problemas que se le podían presentar. Realizaba la compra mensual; disponía de banca on-line; todos sus recibos los tenía informatizados; los libros que deseaba leer, la música que quería escuchar o las películas que le apetecía ver las bajaba de la red a su escritorio.

Es más, aunque sexualmente era escasamente activo, si en alguna ocasión le apetecía disfrutar , entraba en uno de los muchos portales dedicados a ese fin y podía llegar al verdadero éxtasis viendo, por ejemplo, como se masturbaba la prostituta de turno, a través de una webcam.

Durante su infancia, había recibido una estricta educación católica pero también había encontrado la solución para cumplir con sus devotas creencias gracias a una parroquia que “colgaba” en internet las misas dominicales.





                               






En una ocasión y sin saber que aquello iba a cambiarle la vida, entró en una de las muchas redes sociales destinadas a usuarios mayoritariamente adolescentes y tras registrarse, por supuesto, con una personalidad ficticia y una foto en su “avatar” que nada tenía que ver con la realidad, contactó con una joven de quince años llamada Andrea. En su perfil, se describía como una joven coqueta, apasionada de la moda, la música y el cine. Decía que cursaba 4º de la ESO en un colegio de monjas de su ciudad, Cuenca, que definía como la ciudad más mortalmente aburrida del mundo. Sus notas no eran nada buenas; es más, comentaba que lo más probable es que repitiese curso, pero eso era algo que no le importaba porque tenía muy claro que al cumplir dieciocho años se marcharía de casa de sus padres para ir a vivir a Madrid, donde soñaba con convertirse en una estrella de televisión.

Su participación en el chat era casi constante porque sus padres, dos afamados abogados, pasaban prácticamente todo el día fuera de casa, un gran chalet a las afueras de “Fanny Cuenca”, como definía a su ciudad.
Las fotos que había colgado en su perfil dejaban ver a una jovencita de larga melena morena, grandes ojos verdes, alta, delgada.

Lo cierto es que “la niña tiene tipazo”, pensó Ignacio; además indicaba que no tenía novio porque acaba de cortar con Sergio, un compañero de clase, al que habían expulsado del colegio por mal comportamiento.

Fue entonces cuando hizo entrada en la página de Andrea, Ignacio, bajo el nombre de Carlos. Configuró su perfil muy semejante al de Andrea. Creó a un joven de diecisiete años que cursaba 2º de bachillerato en un colegio de la también “terriblemente aburrida” Ávila. Sus padres no eran afamados abogados, sino prestigiosos médicos de cirugía plástica que se pasaban prácticamente toda la semana en Madrid, acudiendo a Ávila únicamente los fines de semana. Sus gustos musicales, literarios, cinematográficos los configuró prácticamente iguales a los gustos de Andrea y únicamente puso como punto de disensión que él esperaba cumplir los dieciocho años para alistarse en el Ejército pues quería entrar en el cuerpo especial de paracaidistas, aunque sus padres ya habían planificado para él su vida según sus  deseos: estudiaría medicina para especializarse en cirugía plástica y llegado el momento, heredaría la afamada clínica que sus padres poseían en Madrid.

Carlos, es decir, Ignacio, colgó en su perfil fotos que había capturado de un portal social cuya sede se encontraba en Estados Unidos, apropiándose del físico de un guapo californiano, rubio, alto y atlético que nunca había tenido una novia “oficial” porque “las necesidades masculinas ya sabes como son, ¿verdad, Andrea?.

Pronto se hicieron inseparables en la red, claro está. Incluso Ignacio recibió, por primera vez en su dilatada carrera como “negro” de un escritor, una gran bronca de éste porque se estaba retrasando en la entrega de los encargos. Pero Ignacio estaba encantado con Carlos.

Nunca hasta entonces había tenido una verdadera amiga y si eso estaba sucediendo era gracias a su recién inventada personalidad. Al menos, a los ojos de Andrea, Ignacio no era el gordo, seboso, húmedo calvo que veía reflejado cada día en el espejo. Había pasado a ser un joven sumamente atractivo, demasiado atractivo.
                                                                                                                
El principio del fin se inició un día en el que Andrea le confesó que creía estar verdaderamente enamorada de él, de Carlos, y que le gustaría conocerle personalmente. Ignacio que no había conocido lo que era la felicidad hasta ahora, veía como su vida paralela peligraba por el estúpido capricho de una quinceañera.

Carlos, es decir, Ignacio, empezó a darle largas pero Andrea insistía día a día. Ignacio empezó a sufrir un enfermizo agobio motivado por su agorafobia; su trabajo peligraba porque cada vez incumplía con más asiduidad los encargos de su jefe, el escritor, pero no tenía la valentía, el coraje suficiente para quitarse la careta ante Andrea y mostrarse tal y como era en realidad aunque durante un año siguieron manteniendo esta relación a través de la red.

Ocho meses después de iniciar esta farsa, su jefe ya le había despedido porque su trabajo como “negro” para él debido a sus continuos retrasos e incumplimientos de plazo. Este trabajo era su única fuente de ingresos; gracias a no haber salido desde hace años de casa, tenía algunos ahorros, pero estos pronto empezaron a escasear.

La caprichosa Andrea pronto se cansó de las largas de Carlos y puso fin a su relación en la red.

Ignacio, destrozado, despedido e incapaz de salir al exterior, intentó seguir viviendo a través de Internet, pero encontrar un trabajo que pudiese realizar desde su casa no resultó nada fácil. Pasó un mes, otro mes…y otro mes y ya le habían prohibido la entrada en todas las tiendas on-line en las que habitualmente compraba su comida, su bebida.

Un día, victima de la desesperación, se acercó a la puerta de su casa con la intención de vencer todas sus fobias y poder traspasar el umbral, pero no pudo.
Un tiempo más tarde, los vecinos de aquel desconocido vecino alertaron a la policía del terrible hedor que salía de su piso. Cuando abrieron la puerta se encontraron el cuerpo de Ignacio, junto a la puerta del vestíbulo, tirado a sus pies, con la mano estirada como un último intento de abrirla.

En su correo, un sinfín de correos de Andrea, arrepintiéndose de haber roto con él y en los que pedía a Carlos que por favor le contestara, pues estaba desesperada; pero Carlos, es decir, Ignacio, ya no estaba en condiciones de entrar en aquel portal social destinado a jóvenes adolescentes y contestar a la caprichosa Andrea.


                                                                                  

martes, 21 de junio de 2016

"TENGO SUEÑO" (M.A.M.)

Tengo sueño,
siempre tengo sueño,
sueño de vivir,
sueño de amar.
Mis ojos, al dormir,
se cierran
porque
no quieren pensar
y es que el sueño,
que no soñar,
es un remanso de paz.
Pero soñar
es el infierno
donde habitan mis montruos
que
cobran vida,
recordándome,
amenazantes,
cuán frágil y pequeña soy,
capaces de 
aplastar
y
hundir
mi mente,
mi corazón,
mi cabeza
en el círculo negro de siempre,
mi círculo.
Acabo de despertar
y
ya tengo sueño,
sueño de ti, 
sueño de mí,
sueño de nosotros
y, no,
hoy no quisiera soñar.

Photography Solarization by Man Ray (1929)



lunes, 20 de junio de 2016

"NO QUIERO ENAMORARME" (M.A.M.)

No puedo evitarlo.
Por más que lo intento,
tengo miedo,
miedo de ti, 
miedo de mí,
miedo de nosotros.
Claramente te dije:
no quiero enamorarme
porque
no ha habido ni una sola vez
en la que haya amado
sin haber sufrido.
Y
mi voz está cansada
de tanto llorar
y
mi cuerpo dolorido
de tanto entregar.
Porque siempre quiero
demasiado
y
nunca he encontado a nadie
que quiera del mismo modo,
excesivo,
desmedido,
intenso.
No anhelo amores
cautos,
calmados,
templados.
Yo aspiro siempre
a la sinrazón de la pasión
que siempre habita en mí
aunque jamás
la he encontrado en otro.
Tal vez sea necesaria
la locura como cómplice
que
te arrastre a un estado de trance
en el que solo tenga cabida
un amor descabezado
que
se mueve tan solo
por la maraña de gatos que habita en el estómago
y
por la necesidad imperiosa de estar con el ser amado,
sin argumentos,
análisis o razones,
solo por el hecho de que la separación mata.
Te lo dije:
no quiero enamorarme.

Fotografía Amber Ortolano



domingo, 19 de junio de 2016

"UNA BRIZNA DE AIRE" (M.A.M.)

Esta noche,
tras tu marcha,
sin darme cuenta,
he dormido con la ventana entreabierta,
apenas nada,
pero suficiente
para
que entrara una brizna de aire,
una pequeña pizca de viento.
que
ha conseguido
desbaratar mi cuerpo.
Me siento tan frágil,
tan vulnerable,
tan estúpida y transparente
que no es necesaria una ventisca
para que mis miembros se desbaraten.
Cuando quiero darme cuenta,
mi cabeza se encuentra
en el alto del armario,
sin ojos, ni boca, ni nariz
pues estos se han diseminado por debajo de la cama.
Mis brazos aparecen colgados del manillar de la puerta
y
mis piernas caminan sin rumbo
como ese gallo decapitado
que corre desorientado
mientras gasta sus últimos segundos de vida.
Pero,
por más que busque y busque,
no localizo mi corazón,
donde albergaba los sentimientos
y
tampoco hallo mi mente,
en la que guardaba mis recuerdos.
Bueno,
de algo hay que morir
y no deja de tener algo de romántico
haber sido desmembrada
por un ápice de aire insignificante
que, por fin.
ha terminado con lo que quedaba de mí,
un cuerpo que ya no era cuerpo
desde el momento
en el que decidiste marchaste
y
al cerrar la puerta,
sin querer,
dejaste la ventana entreabierta.

Dora Maar, autorretrato "Double portrait avec chapeau), 1930




sábado, 18 de junio de 2016

"FELISA Y MARTÍN. AMOR DE EDIPO" (M.A.M.)

Según Freud, se denomina “Complejo de Edipo” a la atracción sexual inconsciente que siente un niño por su madre, percibiéndose así mismo un sentimiento de odio, también inconsciente, hacia el padre. El complejo suele darse hasta los siete años, en lo que el psicoanalista considera fase “fálica”, pero, ¿y si se alarga en el tiempo?.






Asturias 1935.



Un pueblo perdido en el monte astur, presidido por un elevado castillete minero y algunas granjas repartidas por los alrededores. Aquí vivía Felisa, una joven adelantada a su época, lectora voraz y cuya secreta aspiración era convertirse en una famosa escritora.

Pero Felisa era demasiado inteligente para darse cuenta que aquel deseo era algo totalmente inalcanzable para una mujer, hija única de los propietarios de una modesta granja con algunas cabezas de ganado bovino y ovino. Su destino estaba ahí y era muy difícil que pudiese escapar de él.
Además Felisa, enfrascada en sus inalcanzables aspiraciones, había dejado pasar el tiempo de una manera un tanto inconsciente para las costumbres de la época. Se podría decir que había construido un mundo paralelo al real, en el que no existían necesidades tan banales como la de concienciarse que como hija única que era, algún día debería casarse y tener hijos.

En el mundo de Felisa solo tenía cabida el que había sido su antiguo profesor en la escuela, un anciano republicano llamado Matías, que le proporcionaba, cada vez que acudía a su destartalada casa, la aventura de adentrarse en su bien poblada biblioteca. Fue de ese modo como Felisa tuvo acceso a obras de escritores rusos como GFogol, Chejov, Dostoyevski; ingleses como Shakespeare, Conan Doylle, Dickens; españoles como Cervantes, Pío Baroja, Pérez Galdós. Pero el anciano Matías también le había prestado “ La Illiada” de Homero, “El Príncipe” de Maquiavelo o “El Contrato Social” de Jean- Jacques Rousseau.

A su vez, el viejo Matías, además de ser el único conocedor de su secreta ambición de convertirse en una afamada escritora, le marcaba directrices y le enseñaba reglas de sintaxis y gramática consciente de que su futuro distaba mucho de aquella aspiración.
Sin apenas darse cuenta, Felisa celebró su vigésimo quinto aniversario y de pronto se dio cuenta que los años habían pasado muy deprisa, que si no conocía varón pronto, se quedaría soltera para siempre algo que, en el fondo, a ella no le importaba, pero egoístamente, sabiendo que su cruel realidad era aquella granja en la que vivía con sus padres, fue fríamente pragmática y decidió que en las próximas fiestas del pueblo debería conocer al que sería su marido.

Y así fue. Era el mes de Septiembre y se celebran las fiestas de los Santos San Cosme y San Damián.
Felisa, además de sumamente inteligente y adelantada a su época, se sabía guapa y era consciente de que si se lo proponía con un ligero movimiento de sus caderas, en aquel cuerpo perfectamente formado, cualquiera de aquellos hombres se acercarían como perrillos al olor de la comida. Además, también sabía que, si no decía su edad, podía
pasar por, incluso, diez años menos, aunque se propuso no arriesgar y quito siete cifras a su verdadera edad.

Dio un amplio vistazo y se fijó en un hombre alto, algo rudo, pero “guapo hasta decir basta” y ya que se trataba de encontrar a alguien con el que formar una familia, al menos que a la vista, fuese agradable.
Se llamaba Martín, picador en el pozo minero del pueblo. Felisa solo necesitó esbozar una ligera sonrisa para tener a Martín a sus pies. Felisa no le confesó la edad y se propuso no hacerlo hasta el día en el que contrajesen matrimonio, porque Felisa ya había decidido que no quería molestarse en buscar otro pretendiente ya que en aquel microcosmos en el que se movía, le iba a resultar muy difícil encontrar algo mucho mejor.

Si algo tenía claro era que no quería convertirse en la típica solterona de pueblo, considerada por todos como mojigata y beata, a pesar de que ella pisaba la iglesia lo justo, es decir, los domingos y fiestas de guardar y, si lo hacía, era para ahorrarse habladurías y porque no quería hacer daño a su madre, devota fiel.

Tres meses después, en enero de 1936, se celebró la boda en la ermita que da cobijo a los santos en cuya romería se habían conocido.

Como hija de ganaderos, Felisa aportó una generosa dote y el ajuar, elaborado primorosamente por su madre, que llevaba años esperando en el armario de su dormitorio.
Como era lo deseado, Felisa se quedó embarazada prácticamente la noche nupcial, por lo que esperaba con ansiedad que pasasen esos nueve meses de embarazo para dar a luz al que sería su primer hijo, algo que, inesperadamente, se convirtió en un hecho que la llenó de ilusión, a pesar de haber creído durante toda su vida que carecía de cualquier instinto maternal.

Sin embargo, algo había ocurrido tres meses antes del nacimiento de su primer hijo. Cuando Felisa se encontraba embarazada de seis meses, estalló la Guerra Civil y, como era de esperar, su marido fue llamado a filas en el bando republicano. Cuando Felisa se despidió de él, algo en su interior le dijo que esa iba a ser la última vez que le vería. Y su presentimiento se hizo realidad. Dos meses después estaba enterrando a su marido en el cementerio de su pueblo. Un mes después nacía su hijo, póstumo, tras un terrible parto de más de veinte horas de duración. Como era de esperar, le puso el nombre de su difunto marido, Martín, y se fue a vivir junto a sus padres.

En Julio de 1939 se proclama el fin de la Guerra y el nacimiento de un nuevo gobierno a cuya cabeza se encontraba el General Francisco Franco.

Los meses siguientes fueron de una represión sangrienta hacia todos aquellos de los que se sospechase cualquier inclinación hacia el bando vencedor. Pero era tal la locura que rodeaba aquellos momentos que hasta los supuestamente intelectuales, poseedores de libros “generalmente pecaminosos o políticamente peligrosos” eran “pasados por el paredón”, es decir, eran fríamente asesinados.
Así murió su queridísimo maestro, el anciano Matías, con el que los vencedores no tuvieron ninguna piedad, a pesar de haber cumplido ya los ochenta años. Fue fusilado y su cuerpo tirado a una fosa común.

Felisa, previsora, hacía meses que había enterrado bajo el establo, todos los libros que le había regalado su viejo profesor. Había dispuesto todos los libros y sus escritos en cajas perfectamente selladas y había excavado una gran fosa bajo el bebedero del ganado.
Al finalizar la guerra, su hijo había cumplido tres años y se había convertido en el centro de su vida. Nunca hubiese podido imaginar que su corazón albergarse tanto amor por aquella personita que había heredado los hermosos rasgos de sus padres.

La cabeza de Felisa se puso a cavilar. Era claro que venían años duros y que aquel pueblo minero no era, desde luego, el sitio más seguro para ella y su hijo. Además, su padre, alistado en el bando nacional, había muerto hacía ya dos años y su madre nunca superó su pérdida; siempre se dijo que había muerto de pena, seis meses después.

Fue entonces cuando Felisa se propuso vender la granja y marcharse a la capital. Pero para eso debía tener algún apoyo importante que la respaldase.

Los años de guerra no habían restado ni un ápice a su belleza; es más, la maternidad había aportado a su rostro la dulzura que nunca había tenido. Pero si no le habían restado belleza, tampoco había perdido su inteligencia y su frialdad a cavilar su futuro.

Al igual que hacía ya cuatro años, se había propuesto conocer al que sería su futuro marido, ahora su intención era localizar a alguien que quisiese hacerse cargo de una bella viuda, madre de un hijo póstumo. En su contra estaba su difundo marido republicano pero ella supo como ocultarlo y solo hacía referencia a la muerte de su padre en las “nefastas manos de los salvajes rojos”. Fue así como logró encandilar al nuevo alcalde del pueblo, recientemente viudo, tras morir su esposa en el parto del que era ya su quinto hijo.

No hizo falta vender la granja ni acudir a la capital. Justo un año después, tras finalizar el reglamentario periodo de luto, contrajo matrimonio con Don Fermín, que venía acompañado de sus cuatro hijas nacidas de su primer matrimonio.

Don Fermín contrató a tres criadas, una cocinera, cuatro niñeras y una planchadora para que se hiciesen cargo de todo lo relacionado con el mantenimiento de una casa, casa que no tenía nada que ver con la primitiva granja tras las obras de reforma acometidas en la misma, utilizando la barata mano de obra de presos republicanos.

Si Don Fermín contrató cuatro niñeras, una para cada hija y no cinco, fue porque Felisa quiso criar personalmente a su único hijo, Martín.

Con su marido, tras la obligatoria noche nupcial, pronto logró instalar una distancia suficiente, de tal manera que, al mes de casarse, ya dormían en habitaciones separadas. Y Felisa supo que no corría ningún riesgo porque Don Fermín era un católico recalcitrante que de ninguna manera hubiese consentido la anulación de su matrimonio, pues era un hecho que este había sido consumado, aunque por suerte, Felisa no se había quedado embarazada.

Una vez alcanzada la seguridad, en todos los aspectos, Felisa vivía prácticamente separado de su marido y su prole de hijas, con su hijo Marín, en el el ala opuesta de la casa.
Hacía tiempo que había recuperado los libros y escritos enterrados y ahora era su hijo el que los devoraba con verdadera fruición, por supuesto, a escondidas de su padrastro.
Felisa y Martín consiguieron crear su propio microcosmos y, sin darse cuenta, pasaron los años. Martín acababa de cumplir diecisiete años y no conocía otra mujer que no fuese su madre. Aunque la cruda realidad es que no deseaba conocer a otra mujer que no fuese su madre. Ella lo era todo para él: madre, amiga, maestra y, desde hacía unos meses, amante…si, amante.

Una noche, Martín se despertó en la mitad de la noche y sintió el calor del cuerpo de su madre junto a él: comenzó a abrazarla suavemente, a besarla con mesura y al apreciar que no existía ningún rechazo por parte de su madre, continuó aquella sucesión de besos y caricias.

No hicieron faltas explicaciones. Jamás hablaron de ello porque ambos estaban felices viviendo de aquella manera. Nunca levantaron sospechas. Jamás don Fermín, ni sus cuatro hijas sospecharon nada. De cara a la galería, Martín era el hijo perfecto, constantemente preocupado por su madre, casada en segundas nupcias con un ex militar nacional, católico furibundo, con el que las relaciones no eran demasiado buenas. Felisa logró convertirse en “pobre Doña Felisa”, casada con un hombre de modales rudos y con cuatro hijas que cuidar.

De puertas adentro, hacía tiempo que Felisa no se dejaba tocar por otro hombre que no fuese su hijo, no mantenía prácticamente ninguna relación con su esposo, salvo la salida dominical a misa, acompañados de los cinco hijos que ambos habían unido como hermanos.

Sin embargo, la felicidad nunca dura lo suficiente. Martín fue llamado por el ejército para la realización del Servicio Militar y fue destinado a Melilla, a pesar de los lloros y ruegos de Felisa a su esposo don Fermín. Pero éste se negó, encontrando la situación perfecta para hacer pagar a aquella mujer con la que se había casado, hacía ya muchos años y de la que únicamente había recibido desprecio e indiferencia, hacia él y sus hijas. Por fin, don Fermín iba a saborear lentamente el dulce sabor de la venganza. Aunque el destino quiso que la venganza fuese más allá de sus propios deseos. En el viaje hacia Melilla, el barco  en el que cruzaba el Estrecho, Martín y sus compañeros de filas, naufragó, muriendo en el hundimiento más de doscientos reclutas, entre ellos el hijo de Felisa.
Cuando llegó la noticia a casa de don Fermín y su esposa, doña Felisa, nadie supo como reaccionar.
Felisa sintió que el corazón se le resquebrajaba en mil pedazos. Ni siquiera iba a tener la oportunidad de dan un entierro digno a su hijo, pues muchos cadáveres desaparecieron para siempre, entre ellos el de Martín.

Tras el año de obligado luto, Felisa aprovecho que su marido había salido para entrar en su despacho, abrió el cajón de la mesa donde guardaba las llaves del armario donde guardaba las llaves del armario donde guardaba sus armas, seguidamente abrió dicho armario sacando una pistola que su marido siempre mantenía cargada y metiéndosela en la boca, disparó.

Cuando don Fermín encontró a su esposa, con la cara destrozada por el único y certero tiro, debió entregar a la iglesia una importante cantidad de dinero, en forma de diezmos y primicias, para que su difunta esposa pudiese recibir santo entierro, algo que no habría sucedido de haberse sabido que la muerte de Felisa había sido un suicidio.

Don Fermín no lo hizo por ella, sino por el buen nombre de su familia, de él y de sus cuatro hijas.
Felisa fue enterrada tras la celebración de un gran funeral. Tras recibir cristiana sepultura, quedó olvidada para siempre en aquel triste cementerio al que nunca, nadie, fue a depositar flores sobre su tumba.



"OLVÍDAME" (M.A.M.)

Quiero olvidar.
Olvidar tu risa,
el tono de tu voz, al despertar,
esa pequeña prominencia
que
tienes en tu clavícula derecha,
la que te fracturaste
y
no te dolió.
Deseo olvidar,
Olvidar tu mirar,
el sabor de tu lengua, al besar,
esa pequeña peca
que
tienes en el dorso de tu mano izquierda,
con la que sonríes
y
me acaricias.
Ansío olvidar.
Olvidar tu piel,
la presión de tus dedos, al caminar,
ese olor a limpio
que
resguardas en tu cuello, bajo tu pelo
con el que juego
y
me perfumas.
Pero no puedo.
No soy capaz.
Lo intento y no lo consigo.
Cierro los ojos y te veo.
Cierro la boca y te beso.
Cierro mi sexo y te deseo.
Te lo ruego,
olvídame tú
porque yo,
aunque muero por olvidarte,
no puedo.

Fotografía Noell S. Oszvald



jueves, 16 de junio de 2016

"FANGO" (M.A.M.)

No sé que ocurre.
Parece que la fuerza de la gravedad
atrae,
con más intensidad,
mi cuerpo
y,
por más que lo intento,
no logro escapar
del lodazal
cuyo fango
alcanza ya mi cintura.
Comienzo a vislumbrar huesos
humanos.
Húmeros, radios,
tibias, peronés,
costillas, vertebras
intentan decirme algo.
Palabras yuxtapuestas,
palabras inconexas,
palabras incoherentes
se suceden hasta que
por fin
creo entender lo que dicen.
"Huye", les escucho,
"si no lo haces ahora,
ya no tendrás escapatoria".
Y sé que no la tengo,
escapatoria.
Cuando te conocí dije
bien claro.
"No quiero enamorarme, otra vez.
No deseo volver a sufrir.
Ya conozco la sensación de sentirse
hundida en el fango
y
no poder escapar".

Fotografía  Marilyn Minter                  


miércoles, 15 de junio de 2016

"DAFNE" (M.A.M.)

Una noche me llamaste.
Me pediste
que
fuera a tu encuentro.
Me necesitabas, dijiste.
Me pediste
que
te abrazara con intensidad,
tanta
que nuestros cuerpos
quedasen unidos por siempre.
Sumisa te obedecí.
Asumo que, al principio,
me resultó placentera
nuestra unión.
Olías a tierra húmeda
y eso
me gustaba.
Empezaste a asustarme
cuando
comenzaste a apretarme con fuerza.
Noté como la resina de tu tronco
impregnaba mi cuerpo
ya desnudo
consiguiendo así
que
quedase pegada a ti.
Tus enormes ramas
comenzaron
a enramar mis brazos
tan rápidamente que,
cuando quise darme cuenta,
me había convertido en un apéndice de ti.
Hasta que conseguiste lo que ansiabas,
enraizar mis piernas y pies.
Ahora somos uno
tras convertirse mi piel
en parte de tu corteza.
Apenas recuerdo que antes de abrazarte
mi nombre era Dafne.


Imagen de Sara K Byrne

martes, 14 de junio de 2016

"LA RELATIVIDAD DEL BESO" (M.A.M.)

Recuerdo
tu primer beso.
¿Cómo no recordarlo?.
Ha trascurrido
apenas una semana.
O, ¿ha sido un año,
tal vez una vida?.
La relatividad del beso,
la dilatación del tiempo.
Tu beso fue una sorpresa.
Dos bocas desconocidas
no siempre se complementan.
Las nuestras,
nuestras bocas,
parecían desde siempre amigas.
Nuestras lenguas,
las nuestras,
simulaban una amistad inesperada y
tus labios
y
los mios,
mis labios,
iniciaron, por sorpresa,
un juego que parecía planeado.
Desde entonces,
ese primer beso,
el tuyo,
en mi boca,
ha sido preámbulo
de otros besos.
Aunque sigo sin saber si
han pasado ya ocho noches y
siete besos
o
si han sido nueve besos y
diez noches.
¡Qué más dá!.
La relatividad del tiempo,
la dilatación del beso.
Tu boca y
mi boca
son ya íntimas amigas.



Fotografía Robert Doisneau

lunes, 13 de junio de 2016

"PABLO" ( M.A.M.)

Tiene seis años.
Se llama Pablo 
y
vive en el piso de al lado.
Nunca le he oído hablar.
Tampoco sabría decir
de qué color son sus ojos
porque siempre mira al suelo.
Tiene miedo.
Viste impecable.
Limpio, pulcro.
La raya de su pelo,
perfumado con colonia infantil,
es recta y profunda.
Sus padres son educados,
demasiado.
Siempre le reprenden
porque no saluda en el ascensor.
Tiene miedo.
Ha levantado un muro
a su alrededor
que
impide que te acerques.
La sirena de una ambulancia me despierta.
Alguien llama a mi puerta.
Un policía me pregunta si había sospechado algo.
Pablo se ha lanzado a la calle
desde la ventana de su habitación.
Es un sexto piso.
Su piel era un mapa de torturas.
Quemaduras de cigarrillos
y
cicatrices de mordiscos
recorrían su pequeño cuerpo.
Tenía miedo, les dije.


"ABSENTA" (M.A.M.)

Quiero escribir
y
no puedo.
No recuerdo las palabras.
He olvidado los verbos,
los sustantivos
los adjetivos,
los adverbios.
Crece mi angustia
por momentos.
La página en blanco
aparece como un monstruo
sin ojos, sin boca,
informe
pero con un terrible poder
sobre mí.
¿Qué ocurre?.
Creo que son otra vez ellos.
Esos que se apoderan de mi mente,
extendiendo sus dominios a mi garganta,
a mi pecho, a mi estómago.
Ahora entiendo
por qué muchos escritores beben,
fuman, consumen sustancias
alucinógenas.
Sólo así pueden acabar con ellos,
con esos pensamientos que se apoderan
poco a poco, pero implacables, de nuestro cerebro,
haciéndole suyo,
cegando nuestros ojos, secando nuestra boca,
saqueando las ideas, monopolizando los sentimientos,
dejándonos insensibles al amor, al dolor.
Únicamente hay una palabra que nunca olvido.
Es estéticamente hermosa y, al escucharla,
parece estar dotada de musicalidad.
Me gusta pronunciarla,
sentir como mis labios deben unirse
para que luego mi lengua toque el paladar,
terminando con aquella llamando a la puerta de mis dientes.
Jamás la he utilizado en un poema
pero
hoy
es la única que recuerdo.
Escribiré entonces una poesía,
con un único verso,
formado por una única palabra,
femenino, singular:
Absenta.


Photography "Distortion of a glass" by Andrè Kertèsz




domingo, 12 de junio de 2016

"COBARDÍA" (M.A.M.)

Tengo frío
pero
no puedo parar.
Debo seguir caminando
a pesar de que la gravilla
me hiera los pies
y
las zarzas de espino
se enreden en mis piernas
como trampas colocadas
por un cazador furtivo.
Todas mis palabras
han sido robadas por él,
el mismo que se ha apropiado
de mis sueños,
de mis letras,
de mi cuerpo.
Es ya demasiado tiempo
tomándome a su antojo,
con violencia
y
con desgana
porque yo no soy nada,
soy menos que nada,
es lo que siempre me dice,
muy cerca,
a gritos.
Hoy he logrado cortar
los hilos que comunicaban mis miembros,
a dentelladas,
con saña
y
desnuda
he escapado.
No sé cuánto he caminado,
ni hacia dónde avanzo.
Me falta su referencia,
su voz,
mi faro.
Doy media vuelta y regreso.
Él sigue dormido, borracho.
Al despertar me dice;
"si tú no te quieres,
¿cómo vas a encontrar a alguien que te quiera?",
Quizá tenga razón.
Por eso, me quedo.

Fotografía  Alexandra Kirievskaya  

                          

"BESO NO DADO, BESO DESEADO" ( M.A.M.)

¿Por qué pediste permiso
para besarme?.
Yo era muy joven, demasiado.
Era mi primer beso y
no supe que contestar.
En mi interior ansiaba ese beso
como nada en el mundo
pero
mi silencio te retrajo.
Los besos no se piden,
los besos se dan,
corriendo el riesgo de ser rechazado
o
besado con una pasión que no se espera
Nunca llegaste a besarme.
Debí ser yo quien te besara,
tomar la iniciativa
para así conocer el sabor del
primer amor.
Pero, entonces, no fui capaz.
Siempre me he preguntado
qué habría pasado
si ese primer beso
nos lo hubiésemos dado,
allí donde me pediste permiso.
junto a mi portal.
Tú tenías 17 años,
yo tan solo 13.

Fotografía (yo, a esa edad)

"MI AMANTE, EL MAR" (M.A.M.)

El mar me llama.
Sentada en la orilla,
desnuda, al sol,
cada ola que rompe en la orilla,
haciendo girar  pequeños guijarros
me suplica que vaya,
que me sumerja.
Me levanto y me acerco.
Desconozco el motivo
por el que desea mi cuerpo
pero
cuanto más tiempo pasa
más ansío introducirme en él.
Me adentro
y
sin pensarlo
me lanzo al agua de cabeza.
Noto como me disuelvo
como un terrón de azúcar,
en ese mar en calma.
El placer que siento es inimaginable.
Mis brazos, mis piernas,
mis labios, mis ojos
mis pechos, mi sexo
son ahora acuosos.
El agua salada entra y sale,
por los orificios que mi disolución
ha creado.
El mar me pregunta si deseo quedarme.
Le respondo que no.
Soy demasiado celosa
y
no quiero compartir su grandiosidad con nadie.
Él me responde que tiene suficiente agua
para dar amor a quien quiera
pero
yo querría que su agua,
su amor,
fueran únicamente para mí.
A medida que regreso hacia la orilla,
voy recuperando mi corporeidad.
Una vez en la arena,
aprecio en mi tobillo izquierdo
una pequeña protuberancia,
muy pequeña.
Se trata de una minúscula aleta
que siempre me recordará 
que
un día fui amante del mar.

Fotografía Luca Pierro








viernes, 10 de junio de 2016

"PIGMALIÓN" ( M.A.M.)

No querías.
Te negabas al encargo.
Recibiste un bloque de mármol,
duro, blanco, compacto
y,
a golpe de cincel,
debías esculpirme otra vez.
No podías.
Hace años, 
mucho tiempo,
tú mismo te enfrentaste al reto.
A medida que avanzabas,
más hermosa te parecía.
Perfectas proporciones
en un cuerpo sin mácula.
Sabías que no tenía lógica,
pero te estabas enamorando.
A punto de finalizar,
un golpe de cincel indeciso,
deformó mi cara para siempre
Sin poder soportar el dolor,
decidiste sacrificar a tu amada marmórea,
rompiéndola, entre lágrimas, en mil añicos.
Mucho tiempo después, 
aquí me encuentro otra vez,
aún sin cuerpo, sin forma.
Temeroso, avejentado 
inicias el trabajo.
Esta vez, soy más imperfecta.
Hombros anchos,
pechos pequeños,
un cuerpo demasiado fibroso de mujer
a medio hacer.
Pero mi cara resultó
tu máximo logro.
No cumplo los cánones de belleza establecidos,
respondo solo a los tuyos.
Ojos grandes,
nariz pequeña, 
pelo corto.
Esta vez tu pulso no a temblado.
Me has situado a los pies de tu cama
desde donde todas las noches imploras
que al día siguiente
mi mármol pase a ser carne para poder ser abrazada
y mi boca, lasciva, húmeda, dispuesta a ser besada
por ti,
mi pigmalión.



Escultura de Don Brwon


jueves, 9 de junio de 2016

"RECUERDOS" (M.A.M.)

No sabe muy bien quién es.
Hace tiempo
que la memoria la traiciona.
Ráfagas de recuerdos la sacuden.
Encuentra besos
amontonados en los rincones de su casa
y
claramente le ve,
frente a ella,
sonriendo,
tomándola entre sus brazos,
confortables,
bailando aquella canción
cuya música escucha
aunque
es incapaz de tararear su letra.
A veces, tropieza con caricias,
miles y miles,
desperdigadas por su habitación.
Las recoge y se mete con ellas en la cama.
Cierra los ojos
y
nuevamente está ahí,
junto a ella,
recorriendo su cuerpo con sus suaves manos,
jugueteando en su pelo con sus dedos de pianista.
Lo que más feliz le hace es descubrir
palabras que hicieron hermosas frases de amor.
Están en los lugares más insospechados,
colgadas del perchero,
guardadas en cajas de zapatos,
escondidas tras los cuadros
o
en las tazas de café.
Es entonces cuando vuelve a escuchar 
amar, desear, querer, necesitar,
juntos, unidos, fieles, inseparables,
siempre, eternamente, tú y yo.
Pero, de nuevo, regresa el vacío.
No sabe dónde está.
Se mira en el espejo
y
desconoce quién es la anciana,
de níveo cabello corto,
que la mira con ojos asustados.
Ella aún es esa joven y hermosa
que, entre torbellinos de besos y
caricias, bailes y palabras
espera, siempre, la llegada de su amor,
su pianista enamorado.

Fotografía de Alfred Cheney Johnston



martes, 7 de junio de 2016

"DEPENDE" (M.A.M.)

¿Me quieres?

Depende.

¿De qué depende?

Depende de que no me hagas daño y no me me engañes. 
De que me beses con la intensidad del que sería tu último beso,
que me abraces con calor, me acaricies con dulzura y me habites
como si fuera la última cosa que fueses hacer en esta vida.
Depende de que nuestros cuerpos, desnudos, encajen, se acoplen,
sin la existencia de entrantes y salientes.
De que tus ojos me miren sonriendo, que tu boca y mi boca, intercambien
juguetonas sus lenguas, que tus manos reconozcan el sendero que
partiendo de mi cuello desciende, suavemente, hasta mi sexo.
Depende de que no hagas promesas que vas a incumplir, que no
alimentes mi ilusión con sueños irrealizables, que no me mientas, 
que seas sincero.
Y sobre todo, depende, de que yo sea la única mujer de tu vida.
¿Vas a querer quererme como yo quiero que me quieras?.

Depende, me resulta muy exigente.

Entonces, solo queda una cosa por decir: adiós para siempre.







"VOLAR" (M.A.M.)

Nos encontramos
sin saber
que nos buscábamos.
Nuestros cuerpos
se cruzaron
y
al cruzarse
se rozaron,
sin quererlo,
por azar,
pero en ese preciso instante
ya no hubo marcha atrás.
Tu piel se desveló
como un espacio de perfecciones que,
en contacto con mi piel
provocó una exaltación de sensaciones.
Tus manos supieron,
desde el primer segundo,
qué senderos de mi cuerpo debían recorrer,
y las mías, mis manos,
caminaban felices sin rumbo fijo,
guiándose por el mapa
que dibujan tus lunares.
Tus brazos conocieron,
al momento,
la presión exacta del perfecto abrazo
en el que me sentí sumida
sintiendo el placer del que llega,
por sorpresa,
a un lugar maravilloso e inesperado.
Tu boca, mi boca,
húmedas oquedades
habitadas por nuestras lenguas,
ansiosas por encontrarse.
Y, lo mejor, tus ojos
sinceros que,
con tan solo una mirada,
me dijeron sonriendo:
"Tal vez nos buscábamos,
quizá sin saberlo,
pero aún así
hemos tenido la suerte de encontrarnos.
Ahora, unamos nuestras manos
porque, juntos, tú y yo,
seremos capaces de volar".

Fotografía Jessica Sorensen




lunes, 6 de junio de 2016

"QUIZÁ" (M.A.M.)


Acaso
podamos volver
a ser felices.
Tú y yo,
solos,
sin nadie más.
Tal vez encontremos,
por sorpresa,
caricias escondidas
por las esquinas
y
grupos de besos
por los rincones.
Quizá, solo quizá,
la luna se alíe con nosotros
y
todas las noches
brille redonda, rotunda,
iluminando
nuestra habitación,
nuestra cama,
nuestros cuerpos.
Puede ocurrir que,
al abrazarnos,
recordemos el recorrido
que ya habíamos olvidado,
que tu cuello me invite a visitarle,
que tu mano se deslice por mi espalda
y
que tras hacer acopio 
de las caricias y los besos encontrados
podamos volver a ser dichosos,
tú y yo,
solos,
sin nadie más
que dé al traste
con nuestra felicidad.

Fotografía Kint Buchholz





domingo, 5 de junio de 2016

"TRISTEZA" (M.A.M.)

Ha vuelto.
Indeseable,
detestable,
despreciable.
Ella,
sí,
la tristeza,
mi tristeza.
Nunca avisa,
aparece siempre a traición,
cuando me sabe vulnerable,
débil,
frágil,
indefensa.
Tras anidar en mi pelo
se extiende, 
libidinosa,
lasciva,
lujuriosa
a lo largo de mi cuerpo,
nublando mi mente,
requebrajando mi garganta,
fragmentando mi corazón.
Aún no sé por qué motivo
me ha convertido
en su víctima propiciatoria.
Se sabe fuerte,
me sabe débil
y
tal vez eso le provoque
el inmenso placer
de la victoria.

Fotografía David Seidner






"AHORA NO SOY MUJER DE NADIE" (M.A.M.)

Pobre estúpido 
indecente 
y
amoral.
Te vanagloriaste
de haber cosido mi boca,
sellado mis ojos,
mutilado mis pechos,
agostado mi sexo.
Pensaste que,
tras darme la espalda,
habría corrido, desolada,
a refugiarme en tu sombra,
que mis lágrimas anegarían
el campo de girasoles que tanto nos gustaba,
que cortaría, uno a uno,
los dedos de mis manos
porque
si no te acariciaban a ti,
¿para qué los necesitaba?,
que arrancaría de cuajo
el corazón de mi pecho
porque,
si no latía por ti,
¿que razón tenía coservarlo?.
Lo que desconoces,
pobre infeliz,
es que tu salida de mi vida
inyectó savia nueva a mi carne.
Mi boca recobró jugosidad,
mis ojos retomaron su brillo,
mis pechos rebrotaron lozanos
y
mi sexo recuperó toda su lujuriosa humedad.
Ahora no soy mujer de nadie,
de mi cuerpo han nacido alas
y
jamás volveré a entregarme entera,
solamente realizaré escalas.

Fotografía Amy Judd


"YA HA SIDO SUFICIENTE" (M.A.M.)

Desearía amarte
pero
no puedo.
Todo me resulta
ya
demasiado conocido.
Besos 
que
perderán su sabor,
caricias 
que
olvidarán el camino,
miradas
que
se alejarán sin retorno,
promesas incumplidas,
palabras vacías,
sueños rotos.
Tengo una maleta llena
de amores como el tuyo.
Todos guardados
en un frasco,
etiquetados con el nombre
de aquel que me dejó.
Y no, no me llames cobarde,
hay una gran diferencia entre
rendirse
y
saber que ya ha sido suficiente.

Fotografía Louise Richardson

sábado, 4 de junio de 2016

"LIBERTAD INFIEL" (M.A.M.)

Pobre infeliz.
Él aún piensa
que
voy tras él siguiendo
las huellas que va dejando
en el camino,
que
continuo sumisa
el trazo por él iniciado,
con tiza blanca,
sobre la pared,
que
inicio la lectura
del libro por él elegido
justo en la página
cuya esquina superior
ha doblado,
que
visto la ropa
por él comprada,
calzo los zapatos
por él escogidos,
me peino,
según la pauta por él marcada,
que
prosigo el hilo conductor
de sus pensamientos,
los únicos válidos,
los únicos correctos.
Pero,
lo peor
y,
por ello,
me produce lástima
es que
está convencido de
que es su boca la única que beso,
que son sus ojos los únicos que miro,
que son sus manos las únicas que rozo,
que es su espalda la única que acaricio,
que es su sexo el único que me mantiene viva.
Hace ya mucho tiempo,
decidí que ya no deseaba seguir sus órdenes,
cumplir sus mandatos,
acatar sus normas,
asumir su amor
y
simplemente
me dije que,
mi mejor venganza,
será el día en el que le confiese
que no eran sus labios los únicos que me besaban
que había muchos más,
quizá demasiados.
Ese día tendré mi equipaje preparado y
en la calle
me esperará,
uno de esos que me hizo sentir una mujer libre,
que permitió que recobrase las alas de mariposa
que un día
él me cortó.

Fotografía Studio Manasse, 1930




viernes, 3 de junio de 2016

"ESTOY HARTA DE LAMER MIS HERIDAS" (M.A.M.)

Estoy harta 
de lamer mis heridas.
Cansada de que me estiren,
como si de una goma me tratase,
hasta llegar al punto justo 
de la rotura.
Agotada de que pisen mi cabeza,
hagan estallar mis oídos
y
suturen, sin cuidado mi boca
y
mis párpados.
Hastiada de sus risas
a mi costa.
de que me consideren una estúpida,
como a si me llaman,
una lerda,
una imbécil,
una idiota.
Se acabó.
Ya no soy la persona buena que era,
esa que se mueve,
por falsas creencias de fe y caridad.
Ahora soy yo quien
va tomar las riendas.
Empezaré por clavar sus miembros
como si de una coleccionista de mariposas 
me tratase.
Cercenaré su falsa valentía.
Les haré comer sus palabras.
Y, si no ruegan perdón,
morirán dentro de una urna,
a la vista de todos 
y yo,
doy fe que disfrutaré con su dolor.



jueves, 2 de junio de 2016

"INSECTO" (M.A.M.)


El odio alimenta
un asqueroso insecto
que crece dentro de mí,
en mi caja torácica,
aplastando mis pulmones.
Tiene sus ojos,
esos de aquel que me grita,
me insulta, me humilla.
Hay veces que
el insecto,
despliega sus alas y
me impide respirar.
Suelta por su boca,
algo similar a la bilis que
envenena lentamente mi cuerpo.
No sé como luchar contra él.
Crece en proporción al odio
de ese que me detesta,
pero también al odio 
que yo le profeso.
Pero él no tiene ningún insecto asqueroso 
en su interior.
Él es más fuerte.
Sabe cómo hacerme daño,
alimentando así a mi monstruo interno.
Creo que ha llegado 
el momento de acabar con ambos,
con él
y
con mi insecto interior.
Voy a aprender de su maldad,
de su capacidad de odiar.
Soy buena aprendiz pues
he tenido un buen maestro.
Hoy he logrado aniquilar
al insecto que residía
junto a mis pulmones
pero, antes, le extraído
varios huevos que he depositado
en el cerebro de aquel que me detesta.
Solo deseo que, cuando crezca y
despliegue las alas
le lleve a la locura,
a la locura del odio irracional,
ese del que se alimenta.

Fotografía artística "Cocoon" by Catrin Weilz-Stein


"YA NO" (M. A. M.)

Y ahí estás, frente a mí, expectante. Y aquí estoy, frente a ti, atiborrada de experiencias que me impiden avanzar. Debería dejarme llevar, ...