No sé si debo entrar pero
su oscuridad
me resulta atrayente.
Traspaso la entrada.
Camino, a tientas.
Escucho el ruido
de gotas de agua al caer.
Alguien me llama.
Conoce mi nombre.
Dice que me espera al final,
al final del tunel.
Mis ojos se han acostumbrado a la oscuridad.
Aligero el paso y
le encuentro.
Sonríe, me sonríe.
No le conozco pero
sus brazos me acogen,
sus caricias me visten,
sus besos me alimentan.
Juntos nos quedamos allí,
al fondo, en el tunel,
convertido en nuestro refugio,
a salvo de todos, él y yo, solos.
Tras un tiempo, ya unidos, ya seguros,
traspasamos la puerta del tunel.
Ya no somos dos, somos uno,
estamos preparados para vivir
fuera de la protección que nos otorga el tunel, nuestro tunel.
Fotografía Man Ray
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