sí, lo asumo,
he llorado por desear
cobijarme en su sombra,
cuando no existía otro lugar
en el que me permitiese estar.
He callado,
si, lo reconozco,
he callado a pesar
de sus gritos y sus miradas aviesas
tras hacerme creer que yo era menos que nada y,
que sin él, no existía.
He obedecido,
sí, lo admito,
he obedecido sabiendo
que sus órdenes no tenían sentido,
que respondían a un irracional egoismo
ante el que yo, bajaba la mirada.
He soñado,
si, lo acepto,
he soñado con despertar
un día liberada del yugo de un amor que me mataba.
Esta mañana, abrí los ojos y ya no estaba.
No era sueño, ni quimera,
miré mi cuerpo y supe que había matado a su fantasma.
Fotografía de Heatter Biggs.
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