La cama conserva tu calor, pero también el sonido de tu voz y tus gritos.
Siempre me digo que no, que no va haber una próxima vez
pero siempre me engañas, me dices que me quieres tras el primer beso.
Ese beso desencadena en ti una furia incontenible,
me dices que soy tuya, comienza la fuerza.
Te conviertes en el propietario de mis palabras. Pretendes
ser el arrendatario de mis deseos, el dueño de mis sueños.
Tus brazos no cobijan, encadenan. Tus besos muerden mis labios y,
cuando entras en mi cuerpo, lo haces con gesto de conquista y de dominio.
No te importa mi placer y yo, por miedo, callo, pero aún callando,
si mi mirada refleja reproche, en un segundo, la sangre brota ya de mi boca.
Solo entonces, cuando ves como las lágrimas surcan mi cara, me dices:
"¿sabes que nadie va a quererte como yo?, lo sabes, ¿no es cierto?."
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