como un muro inabarcable,
como un foso inexpugnable,
como tu corazón, inquebrantable.
Hubo días de risas, no lo niego,
de conversaciones interminables,
de amenas disquisiciones sobre el amor y el arte
pero todo, en un segundo, enmudeció.
Es un silencio que transforma nuestros rostros,
modifica el caminar de nuestros cuerpos,
cambia el movimieno de nuestras manos,
modifica nuestra ubicación en la cama.
Es un silencio que es distancia,
lejanía de nuestros cuerpos,
barrera de nuestra piel,
desafecto de nuestros besos.
Un silencio sin solución
como la sinfonía que toca a su fin,
como la tormenta que se aleja junto a sus truenos,
como los últimos estertores de un morubundo a punto de morir.
Me quito el sombrero.
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