se ha convertido en compañera de viaje,
comensal en mi mesa, amante en mi cama.
Y, la melancolía ha anidado en mi cabello con gruesos nudos de pelo blanco.
Mis ojos no tienen brillo
la sal de mis llantos los ha secado.
Mi boca ha perdido la memoría, ya no sabe sonreír,
ni tan siquiera decir, te amo.
Mis brazos antaño acogedores y cálidos,
repelen ahora las caricias y los abrazos.
Mi vientre, epicentro de mi cuerpo, eje de mi placer
ya no cobija, ya no resguarda, ya no siente nada.
Mis pies, hace años, bailarines de mil bailes
han perdido el ritmo, el oído y el tacto.
Mis piernas, un día fuertes, fibrosas
son incapaces, ahora, de sostener el liviano peso de mi propio cuerpo.
Mi nuca y mi cuello, mi lengua y mis labios,
hace tiempo, brillaban excitantes ante tu presencia.
Ahora se muestran apáticos, distraídos,
simplemente, ya no les importas, les resultas indiferente.
Me miro al espejo.
Desearía ver a la joven de hace no mucho tiempo pero,
ya no está, ya se ha ido, ha perecido
ahogada en su nostalgia, en su añoranza, en su melancolía.
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