de abandonos, ni cicatrices.
Tal vez sea cierto eso que dicen,
que el tiempo todo lo cura.
Ya ni recuerdo cuando me miraba
desnuda frente a un espejo,
retornándome una imagen
ya no de derrota, ya no de ruego.
Decido cortar mi pelo
ese que enredabas con tus dedos.
Necesito aligerar peso
para emprender un nuevo viaje.
Mis ojos vuelven a mirar sin miedo.
Mis manos ya son libres para acariciar nuevos cuerpos.
Mis pies deben aprender a caminar,
sin seguir la ruta que tú marques.
Regresa la alegría a mi mente
aún dañada por tu huída.
Pero, ¿sabes?, ya no es tu voz quien me guía pues,
ahora soy yo la única brújula que dirige mi vida.
Fotografía de Natalina Deprina.
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