fueron atolondrados y sin aliento.
Solamente había pasado una hora y desconocíamos
si nuestras narices y nuestras bocas encajarían.
Tras el primer beso, llegó el abrazo,
intenso, cálido y un poco torpe.
Debido al poco tiempo pasado y nuestra diferencia de estatura
desconocíamos por donde poner los brazos, donde depositar las miradas.
Recuerdo que luego me acompañaste a mi casa.
Durante el paseo, ambos dudamos
No sabíamos si entrecruzar nuestros dedos o
acercar nuestros cuerpos en paralelo. Al final, fui yo
quien decidió meter mi mano en el bolso de tu abrigo.
Te invité a subir y aceptaste.
No sé si te parecí descarada o atolondrada.
Lo cierto es que accediste y, en la cocina, tomamos un café.
Aunque ambos ya sabíamos lo que sucedería después,
estuvimos hablando, nerviosos, un buen rato...nos besamos.
Ambos teníamos diecinueve años.
Tu aseguraste que sabías qué hacer,
ante mi total desconocimiento.
Vernos desnudos, frente a frente, fue algo embarazoso y
tú, nervioso me dijiste, "no te preocupes, te guiaré".
No hicieron falta instrucciones, ni planos,
brújulas, ni mapas, palabras, ni consejos.
Nuestros cuerpos encajaron a la perfección,
como si jamás hubiésen estado separados.
Te propuse poner algo de música
como banda sonora de este mágico encuentro.
Ambos, ya relajados y más tranquilos,
creamos una nueva coreografía,
el mejor "pas de deux" que jamás habíamos bailado.
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